► Traducción: José Heisenberg
► Año de publicación: 2015
► Editorial: Ediciones B
► Páginas: 432
Aunque son más sus diferencias que sus semejanzas, resulta inevitable concebir los títulos que han protagonizado estas dos últimas ediciones del reto 10x10 como dos caras de una misma moneda. Mientras que Seveneves constituye una ambiciosa y enciclopédica odisea de proporciones épicas, la novela de Ian McDonald se lee como una subrepticia partida de ajedrez donde asistimos expectantes al paulatino declive de las piezas. Exceso contra contención. Destrucción absoluta versus adaptación al entorno. Reproducción programada o sexualidad sin complejos. Dos formas alternativas de entender lo que en realidad es una única y demoledora verdad: la Luna está destinada a convertirse en el sepulcro último de la especie humana.
En la primera entrega de su trilogía lunar, el escritor británico Ian McDonald nos adentra en un futuro poco halagüeño donde cinco grandes corporaciones se reparten el control sobre la superficie y los recursos del satélite, estableciendo complejas y quebradizas relaciones de poder mediante innovadores contratos matrimoniales que no son sino el reflejo de una sociedad polígama y sexualmente depredadora. En medio de esta coyuntura, Adriana Corta se erige como la dirigente y cabeza visible de uno de estos poderosos clanes, los Corta, cuya empresa Corta Hélio ha prosperado enormemente gracias a la extracción de dicho elemento, permitiendo a su familia sobrevivir una vez tras otra a los frecuentes terremotos políticos que sacuden el territorio lunar. Ahora, sin embargo, Adriana Corta se halla en el ocaso de su vida y, temiendo que sus herederos pongan en peligro el imperio que tanto esfuerzo le ha costado construir, decide —quizá por última vez— tomar cartas en el asunto.
La pantalla de los respaldos mostraba la superficie. En una pantalla, fuera del casco, siempre es igual: gris, lisa y fea, y cubierta de pisadas. En el tren había trabajadores, ingenieros, amantes, parejas e incluso un par de niños. Había ruido, color, bebida, risas, maldiciones y sexo. Y nosotras arrebujadas en la parte de atrás contra el mamparo. Y pensé: «Esto es la Luna».
En contra de lo que a primera vista pudiera parecer, Luna. Luna nueva no es una novela particularmente emocionante ni frenética. Más bien, se trata de una historia muy estratificada y de lento desarrollo, encauzada (de manera bastante notable, he de decir) a través de los conflictos que padecen sus peculiares protagonistas. Hablamos de personajes díficiles, poco agradables, repulsivos en algún que otro caso, pero también muy trabajados y de marcado carácter, haciendo aquí especial énfasis en el apartado femenino del reparto, mucho más brillante que el masculino. Sin duda, los capítulos en los que Adriana Corta rememora su juventud, así como el talento y la ambición que la poseían, me han parecido los más significativos y mejor elaborados de toda la novela. Asimismo, su hija Ariel despunta como una mujer de armas tomar —literalmente— que enarbola un independentismo kamikaze a la hora de abrirse paso en un mundo dominado por los dictámenes y disposiciones del sexo masculino.
La ambientación es otra de las grandes bazas con las que Luna. Luna nueva cuenta a su favor. Ian McDonald deja caer a lo largo del libro una impresionante cantidad de información (despachada a base de pinceladas) sobre infinidad de áreas que rigen la vida en la Luna, permitiéndonos entrever además todo lo que el autor se ha dejado en el tintero. Desde los distintos niveles que componen la jerarquía social y política hasta el modo de comunicarse con el entorno a través de chips visuales, pasando por campos como el entretenimiento, la economía, el lenguaje, la tecnología, la estructura familiar, el sexo o la religión, la labor de worldbuilding multicultural ejercida por Ian McDonald me ha parecido tanto más fascinante cuanto más me iba adentrando en ella. Sensación reforzada por la certeza de que en esta Luna imaginada por McDonald, marcada por maquiavélicas intrigas, crípticas profecías elaboradas por inteligencias artificiales, conspiraciones y una competitividad extrema, aún queda mucho escondido bajo la superficie.
Quizá las constantes comparaciones con Juego de tronos le hagan un flaco favor a Luna. Luna nueva (aunque, analizándolo bien, no resultan nada desacertadas) y el tramo inicial de la obra se presente un poco intimidante o incluso inaccesible, pero a mí en líneas generales la novela de McDonald me ha parecido enormemente entretenida, repleta de potencial, más y más adictiva a medida que me iba acercando a su conclusión y bien resuelta con todos esos frenéticos acontecimientos que pulverizan la aparente estabilidad que hasta ahora reinaba en la Luna, dejando la puerta abierta a una continuación del todo prometedora.
Estimado señor McDonald: ya puede usted ir dándose prisa en traernos la segunda parte...
¡Hola! A mi no me llama nada la atención, pero me alegro de que a ti te haya gustado :)
ResponderEliminar¡Un besito!
A mi también me ha parecido muy entretenido y según avanzaba en la lectura más adictivo era. :D
ResponderEliminar¡Totalmente de acuerdo en todo! Tras pasar unas 100 página más o menos en los que familiarizarse con el entorno, la tecnología, el reparto coral de personajes y la terminología mezclada de diferentes idiomas; se convierte en una montaña rusa de intrigas políticas y sociales sin parar, como tu bien dices, una partida de ajedrez que no termina. Como tu, creo que se deja muchas cosas en el tintero adrede para la segunda y tercera entrega, que yo también espero con muchísimas ganas con todos esos cliffhanger finales. Creo que la comparación con Juego de tronos es acertada, pero que no se ve clara hasta el tramo final de la novela, y eso le puede pasar factura. Un abrazo^^
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