László Krasznahorkai - Tango satánico

miércoles, 12 de noviembre de 2025



► Título original: Sátántangó
► Traducción: Adan Kovacsics
► Año: 1985
► Edición:  Acantilado (2017)
► Páginas: 304


Cuesta creer —bueno, puede que después de la concesión del Premio Nobel, no tanto— que Tango satánico sea la primera novela de László Krasznahorkai. Publicada por primera vez en 1985, la excepcional obra del escritor húngaro es una lectura completamente cautivadora, a medio camino entre el realismo y una sutil veta mística, que te enreda con sus frases kilométricas y sus cabriolas lingüísticas como las telarañas que cuelgan de la fonda donde transcurren algunos pasajes de la historia. Ambientada en una cooperativa agrícola abandonada tras la caída del régimen comunista, Tango satánico sigue a un grupo de vecinos que subsisten en la más absoluta miseria entre los escombros de un pueblo fantasma hasta que la llegada de Irimiás, al que daban por muerto tras su repentina desaparición, les infunde la ilusión necesaria para creer de nuevo en la posibilidad de reclamar un futuro libre de penurias.

A lomos de una prosa desbocada, de arquitectura laberíntica, Krasznahorkai nos traslada a un enclave rural donde sus habitantes viven embrujados por los ecos de un campanario derruido y los distintos miembros de la cooperativa se acechan mutuamente con el ahínco de los que no tienen otra cosa que hacer. En Tango satánico, las páginas están siempre manchadas de barro y empapadas por una lluvia incesante que ensombrece la atmósfera de una novela ya de por sí bastante tenebrosa. Solo el regreso del profeta Irimiás, personaje de carácter casi mesiánico, junto a su inseparable compañero Petrina, será capaz de romper el letargo de los que se han sumido en un sueño lujurioso y alcoholizado.

No obstante, el optimismo inicial tardará poco en ser arrastrado por la cristalina claridad de la inundación. Tras el vigoroso impulso provocado por el discurso exaltado de Irimiás, los ciudadanos de la cooperativa, embarcados en un proyecto de escasa proyección y sin el dinero que tanto esfuerzo les ha costado reunir, empezarán a vislumbrar las fallas en la lógica torticera de Irimiás justo cuando quizás sea demasiado tarde para tomar alguna otra medida que no sea el remordimiento. En ese sentido, Krasznahorkai, prestidigitador nato, nos enseña un fascinante truco de manos donde el idealismo ingenuo queda desnudo y ridiculizado al extremo por la afilada lucidez del escritor húngaro.

Por si la excelente calidad del estilo y la prodigiosa caracterización de los personajes no fueran méritos suficientes, Tango satánico constituye una hazaña estructural ejecutada con maestría en la que los seis primeros capítulos siguen un orden cronológico tradicional, mientras que los seis siguientes lo hacen de modo inverso, cerrando un círculo narrativo perfecto en el que László Krasznahorkai incluye demoledoras observaciones sobre la esperanza, la libertad y el ímpetu de vivir incluso en las más funestas circunstancias.

Reunidos para bailar al apocalíptico compás que va marcando Krasznahorkai, los personajes de Tango satánico se mueven en una sinfonía sincronizada de forma milimétrica que desprende insólitas y sorprendentes armonías. Desde el cojo y demacrado Futaki hasta la voluptuosa señora Schmidt, pasando por el fornido granjero Kerekes, el revisor Kelemen, la viuda Horgos —matriarca de una familia caída en desgracia—, la señora Halics, poseída por un entusiasta fundamentalismo religioso, o el doctor del pueblo, entregado a una impertérrita y diligente vigilancia desde su puesto de observación, todos y cada uno de ellos caen víctimas de la autocomplacencia y el engaño, atrapados en un coro infernal donde el escapismo es un goce salvaje que solo los condenados a muerte se pueden permitir. Monumental, escarpada y, a pesar de su relativa brevedad, por momentos inabarcable, Tango satánico es una obra de una grandeza delirante y una resonancia emocional sencillamente sobrecogedora que trata de averiguar si el destino es accidental o una consecuencia directa de nuestros actos de omisión. Krasznahorkai elabora un complejo estudio de la resiliencia ideológica en un contexto que otorga a lo cotidiano una extraña cualidad mitológica y nos permite danzar, cual almas malditas en tormento eterno, al son de una canción infinita.


«Todo funciona de manera vacua e irracional, por la fuerza de una interdependencia y de una oscilación salvaje y atemporal, y sólo nuestra imaginación, y no nuestros sentidos condenados eternamente al fracaso, nos incita a creer en todo momento que podemos liberarnos de las zanjas de la miseria.»


★★★

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